Al hilo de un debate originado en uno de los grupos de los que formo parte en Linkedin: «El Andalucía Orienta no vale para nada» (partiendo de un post del blog de Jesús Lorente), me encuentro con la constatación por parte de voces expertas de lo que era una intuición sentida: la orientación no pasa por un buen momento.
Sin embargo, considero que su función es y será fundamental, aunque siga sin reconocerse, para superar el desempleo actual, y el futuro, si cabe, ya que la orientación arranca en los primeros años de vida, presente en el sistema educativo desde el año 1990, y se perpetúa hasta el final del proceso vital, como el aprendizaje.
En mi opinión, la orientación no es intermediación, ni de lejos, es mucho más, su vertiente o principio de desarrollo cobra especial relevancia cuando la misión es ayudar y asesorar al desempleado en la tarea de identificar posibilidades y oportunidades de ocupabilidad.
El principio de prevención de la orientación se concreta, entre otras, en reducir el índice de nuevas situaciones de desempleo, identificando las amenazas y potenciando las fortalezas, previniendo carencias en la empleabilidad. Juega un papel hiperrelevante (si se me permite la expresión) en la recualificación, y su capacidad prospectiva tampoco se incorpora en el sistema actual, cuando sería determinante su aportación.
La orientación es proactiva, tiene necesidad de serlo, para continuar existiendo. El coach laboral es un agente activador y facilitador del desarrollo, sin embargo, éstas no son características comunes a toda la acción orientadora, depende a veces más de las intenciones y profesionalidad del orientador en cuestión, de cada persona en particular. Como en casi, todo….la importancia del factor humano, el valor de las personas.
¿Recordáis el principio de intervención social de la orientación que definía Rodríguez Espinar en el año 86? Este principio viene a decir que se debe considerar tanto al individuo como el contexto en el que se realiza la orientación. Conocer el entorno, es decir, el medio sociolaboral, sus obstáculos, las posibilidades que ofrece y los requerimientos que nos plantean para que podamos aconsejar la mejor adaptación y encaje del individuo, hacen real este principio.
La orientación como servicio público no es ni mejor ni peor que la orientación o el coaching laboral que proviene de la empresa privada, no es posible que generalicemos ni tampoco es justo demonizar a la empresa privada por intentar «hacer negocio» con la orientación…no nos engañemos, el entramado empresarial vive de hacer negocios, ese es su fin, no ser hermanitas de la Caridad, ni ONGs, si sus incursiones en este área son positivas… ¡bienvenidas sean!
Las miras comunes entre ambos sistemas, público y privado, así como el objetivo claro de asesorar, prevenir, desarrollar e intervenir holísticamente, es lo que debiera definir a la actuación orientadora, de la sinergia entre ambas puede surgir la calidad y el sostenimiento de este tipo de servicios.